Por Jesús Janacua Benites.
Esta mañana, mientras cortaba unas tortillas tiesas que guardamos en la casa para que adquirieran la consistencia adecuada y cocinar unos chilaquiles, recordé lo que sostuvo, no sin un cierto tono categórico, mi profesor Armando Bartra: “el trabajo de la milpa no termina en la cosecha, éste se prolonga más allá de la misma, en la cocina, en la cazuela, en el comal”.
Cualquiera diría, tras un superficial análisis que el arduo trabajo de la milpa termina una vez que se ha cortado la última mazorca o bien, una vez que se ha desmontado el rastrojo, se ha molido y almacenado.
Lo cierto es que, de acuerdo con la postura de Bartra, lo anterior es un panorama harto incompleto pues en él faltaría la casi siempre invisibilizada labor femenina. Desgranar el maíz, nixtamalizarlo, llevarlo al molino, cocinarlo y transformarlo en tortillas, corundas, uchepos son actividades que han realizado, hasta ahora, principalmente las mujeres de las comunidades rurales e indígenas.
Actividades todas que forman parte de la milpa colmo un todo cíclico, que rebasan la idea de milpa entendida hasta la cosecha.
Todo lo anterior, sin embargo, remite a tiempos anteriores o, por lo menos, a tiempos en ciernes de desaparecer. Remite a tiempos cuando la milpa era una práctica diaria en los pueblos que ahora han transformado las prácticas milperas, entendidas como la asociación de varios cultivos entre sí para prodigarse, unos a otros ciertos servicios como el control de plagas (insectos y maleza), fijación de nutrientes en el suelo, control de ph, entre otros; para darle paso al insustentable monocultivo industrial.
Sin mencionar, claro está, lo prodigioso de la milpa como el maíz en sí mismo, los frijoles, las calabazas y el chile.
Para autores como Guillermo Bonfil Batalla, en su libro México profundo, la milpa es no solamente un conjunto de prácticas que prodigan alimento al tiempo que respetan los ciclos metabólicos de la naturaleza sino también una circunstancia que permite la oportunidad de crear y reforzar los lazos sociales y comunitarioa a través del trabajo comunal que requieren las tareas agrícolas de la milpa, de manera que la milpa no solo es una relación productiva con la naturaleza que al tiempo que prodiga alimentos y respeta los ciclos metabólicos de ésta sino sobre todo, una forma de crear, recrear y fortalecer los vínculos sociales, comunitarios, tan necesario hoy en día en nuestra sociedad moderna capitalista.
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