El caso de la Magdalena Contreras.
Por: David Cilia Olmos*.
"Antes de la conquista española no había
indios. Había distintas naciones, diversas
clases, varias áreas culturales con diferentes
niveles de organización de la producción, de la
sociedad y del poder político y varios Estados
autónomos dentro de las actuales fronteras de
México"
Arturo Warman, Indios y naciones del indigenismo.

Atlictic “Un lugar dentro del agua” o lo que actualmente se conoce como pueblo de la
Magdalena Contreras fue parte del Señorío tepaneca de Coyoacán a cargo de Maztlatzin o
Maxtla, hijo de Tezozomoc.
Después de consumada la conquista de Tenochtitlan Hernán Cortés en razón de que
Iztolinqui, el señor de Coyoacán, salvó su vida en varias ocasiones y le prestó apoyo con su
persona, armas y feudatarios en la conquista de México, lo reconoció devolviéndole sus
tierras, cuya donación fue confirmada en la Real Cédula expedida en Zaragoza, España, el
6 de enero de 1534 por el Emperador Carlos V y por su madre la Reina Doña Juana.
Iztolinqui, bautizado como Don Juan de Guzmán Itzolinque, era nieto del último Señor de
Coyoacán, Maztlatzin.
En la cédula real se lee:
“…se les confirma y afirma en propiedad y derecho a todas las heredades y tierras
para que puedan gozar y tener como suyas y propias y dejarlas a sus hijos y
sucesores y hacer de ellas lo que quisiera y por bien tuviera como cosa suya y
propia…”
No hay que olvidar, que la conquista en México no sólo fue el resultado del aplastamiento
español sobre las naciones indígenas, sino también la dominación de unos pueblos a partir
de la alianza y reconocimiento de otros. Sobre esta alianza se fincó un nuevo contrato social
en el que los pueblos indígenas reconocían el gobierno y las leyes de los españoles. Como
dice Rhina Roux:
“La colonización también había significado el reconocimiento e incorporación de las
comunidades indígenas en la comunidad política del imperio… El mundo indígena
fue cristianizado, castellanizado y obligado adoptar sus antiguas formas de
producción y cooperación comunal para fines que les eran ajenos”.
Según esto
“…las antiguas socialidades comunitarias recrearon sus antiguas identidades bajo
la forma de los pueblos: una figura jurídica propia del derechos español con que la
monarquía reconoció e incorporó a las comunidades indígenas como parte de la
comunidad política del imperio” (Roux, Rhina: 2005).
Distintas cédulas reales, desde la recopilación de leyes de Indias, desde 1680, pasando por
las de 1687, 1695 y 1713 refrendaron el reconocimiento jurídico de la existencia de los
pueblos.
En la recopilación de Leyes de Indias de 1680, en donde se puede leer:
“Que a los indios se le dexen tierras (…) con sobra de todas las que le pertenecieren,
así en particular, como por Comunidades, y las aguas y, y riegos; y las tierras en
que hubieren hecho azequias u otro cualquier beneficio con que por industria
personal suya se hayan fertilizado, se reserven en primer lugar y por ningún caso no
se les puede vender, ni enajenar, y los jueces, que a estos fueren enviados,
expecifiquen a los Indios que hallaren en las tierras y las que dexaren a cada uno de
los tributarios, viejos, reservados, caciques, gobernadores, ausentes y
Comunidades.” (José Maria Ots Capdequí, El estado español en las Indias, FCE,
México, 1986, p. 142)
¨Pero finalmente como dice Arturo Warman, en “Indios y naciones del indigenismo”:
“Los descendientes de los pobladores originales iban perdiendo a golpes la
complejidad de sus sociedades: sus elites fueron aniquiladas o incorporadas, sus
territorios expropiados, su poder o representación política fueron enajenados, sus
religiones perseguidas; la población fue movilizada en masa y perdió sus fronteras e
identidades cuando no fue aniquilada; el espectro de la estratificación social se redujo
y todos fueron pobres.”
Y ese fue el caso del pueblo de Atlictic que, reconocido durante la colonia fue
paulatinamente despojado de su territorialidad original hasta llegar al día de hoy donde es
una isla en medio de la avalancha de cemento y tabique, del que los miembros de la
comunidad no pueden disponer y que se encuentra sujeta a todo tipo de cercenamientos,
aprovechamientos e invasiones por parte de la autoridad gubernamental o de particulares.
De todo este proceso quedan bastantes experiencias, por un lado vemos como un pueblo
prehispánico determinado hace uso de la historia como elemento de cohesión y de toma de
determinaciones.
En efecto Maztlatzin hasta ese momento el Señor de Coyoacán, accedió al trono de
Azcapotzalco a la muerte de Tezozomoc, su padre, en 1426, y como una de sus primeras
acciones, ordeno matar a Chimalpopoca señor de los mexicanos.
A Chimalpopoca le sucedió Izcoatl, quien fue el forjador de la triple alianza, uniendo a su
pueblo con los pueblos de Tacuba y Texcoco igualmente sometidos al yugo de
Azcapotzalco, y quienes finalmente sometieron a Maztlatzin y sometieron a los tepanecas a
tributo.
100 años después, los herederos de Maztlatzin y Tezozomoc se aliarían con Hernán Cortés
en su guerra contra México Tenochtitlan.
Y esto es explicado por Enrique Florescano quien señala:
Junto a esta concepción mítica y sagrada se desarrolló una
concepción más terrena y profana del desarrollo histórico… mientras
más hacia atrás en el tiempo va el relato, menos visibles son las
acciones humanas y más contundente es la presencia del mito… Pero
mientras los hechos relatados se van acercando al presente, se
observa una separación gradual entre lo sagrado y lo profano1.
Así, mientras los mexicas enfrentan a la presencia de los españoles en un cuerpo de ideas
basadas en un pasado mítico lejano, relacionado con Quetzalcoatl y su salida de Tula, los
tepanecas enfrentan la presencia de los españoles y los aztecas en relación con su pasado
inmediato de tránsito de pueblo dominante del Valle de México a pueblo dominado por la
Triple Alianza y de ahí su identidad como nación y la consecuente toma de decisiones de
alianza con los españoles.
En el registro de los hechos que van conformando el desarrollo del
Estado y del grupo étnico, es notorio el avance desde una historia
mítica y legendaria hacia una historia cada vez más profana y
terrena, construida sobre la base de acontecimientos positivamente
ocurridos y que eran considerados cruciales en la vida de los seres
humanos… El tránsito de la historia mítica a la historia terrena
estuvo determinado por el reconocimiento de las realidades sociales y
políticas que condicionaban la existencia de los seres humanos2.
No obstante que la Corona española reconoció a Itzolinque sus servicios y conservó para él
la envestidura de señor restituyéndole parte de sus anteriores dominios, esto lo hizo sobre la
base del reconocimiento de su subordinación a los españoles, que si bien otorgan incluso
por edicto real reconocimiento y propiedades, paulatinamente lo fue despojando de estos.
Como dice Margarita Menegus:
“…La Corona quitó progresivamente a los caciques el derecho a
administrar la justicia, pues consideraba esta como obligación
exclusiva del Rey de España, así, desde 1530 fueron nombrados
corregidores para los pueblos encomendados a la Corona… Una
segunda vía … consistió en nombrar jueces indios… Estos jueces
actuaban al margen del señor natural y recibían su investidura del
poder real.”3
Otros elementos fueron determinantes para que los señoríos fueran paulatinamente
perdiendo los elementos de poder considerados durante la alianza.
“La ruptura definitiva se produjo al momento de integrarse los cabildos indígenas, con el
nombramiento de un gobernador, y un número variable de alcaldes y regidores para la
administración y cumplimiento de la justicia”4
Como lo establece Margarita Menegus, en 1550 se estableció el monto del tributo que los
señores tenían derecho a recibir de los macehuales. Posteriormente se redujo el número de
“principales” reconocidos por los españoles. En el caso de Chalco 268 de 300 principales
dejaron de serlo, perdieron todo privilegio y pasaron a convertirse en tributarios de los
españoles.
“Los señores que lograron preservar sus derechos e incluso sus
riquezas fueron aquellos que colaboraron activamente con los
españoles en la guerra en contra de otros indios”.
“A los indígenas se le reconoció su linaje antiguo, pero quizá más
importante fue la concesión de nuevos privilegios con base en sus
méritos. Desde fechas tempranas se concedieron numerosos escudos
de armas, blasones distintivos de la nobleza. Este privilegio fue dado a
aquellos naturales que acompañaron y colaboraron con los españoles
en la conquista, pacificación y evangelización de otros pueblos”.
“Mediante esta distinción y otros privilegios la Corona busca
asegurarse leales servidores en la conquista y evangelización”. 5
3
Pero una vez lograda esta conquista, la Corona irá prescindiendo poco a poco de sus
antiguos aliados hasta colocar a la mayoría de estos al mismo nivel de dominación y tributo
que al resto de la población.
De hecho la Corona encontró en los señoríos reconocidos la correa de transmisión para el
cobro de tributos sin tener que invertir en una determinada fuerza militar y administrativa,
simplemente el señor debería entregar una determinada parte de “sus fructos los naturales
de dicho pueblo a quienes toca su posesión o dominio”.
Además de Cobradores directos a favor del tesoro español, los señores indígenas deberían
ser los vigilantes del orden social y de la fe católica. En el caso del señor de Coyoacán,
Felipe de Guzmán, heredero de Don Juan de Guzmán Itzolinque, “se le ordenó que los
indios fuesen a misa los domingos y días festivos, que evitara las borracheras entre los
naturales, así como el sacrificio de idolatrías y otros pecados públicos hechos en ofensa de
Dios”6.
Si bien los señores tenían el privilegio de tener escudo de armas, montar a caballo, vestir
como españoles y portar espada, todos estos elementos de reconocimiento fueron las
baratijas mediante las cuales se les fue acotando y más tarde fueron despojados de todo
poder. Como dice Arturo Warman:
“Los descendientes de los pobladores originales iban perdiendo a
golpes la complejidad de sus sociedades: sus elites fueron aniquiladas
o incorporadas, sus territorios expropiados, su poder o representación
política fueron enajenados, sus religiones perseguidas; la población
fue movilizada en masa y perdió sus fronteras e identidades cuando
no fue aniquilada; el espectro de la estratificación social se redujo y
todos fueron pobres.”7
Así como para destruir al pueblo mexica durante el proceso de Conquista los españoles se
aliaron con las naciones rivales a este y reconocieron a la nobleza indígena que los
encabezaba, de la misma manera con la formación de la república de indios, la nobleza
indígena fue acotada, despojada de los privilegios otorgados, divididas sus propiedades y
disuelta su autoridad frente al poder real de la colonia, hasta que ambos sectores, señores y
macehuales terminaron siendo para el poder, simplemente indios.
Así en un proceso de 300 años de dominación colonial, finalmente el pueblo de Atlitlic,
hoy Magdalena Contreras, fue despojado de todo derecho sobre su propia tierra y tendrían
que pasar más de 200 años para que el Estado mexicano tuviera a bien reconocer y
legitimar este despojo “otorgando” mediante decreto presidencial una porción de tierra, aún
paradisiaca, eso sí, pero que no corresponde a la propiedad otorgada por la misma corona
española y de la cual no puede hacer uso pleno debido a las limitaciones legales que el
mismo Estado le ha impuesto.
Notas.
1. Florescano Enrique, Memoria Mexicana, Fondo de Cultura Económica.
2. Florescano Enrique, Memoria Mexicana, Fondo de Cultura Económica.
3. Margarita Menegus, Nobleza India en la Nueva España, en Mesoamérica y los ámbitos indígenas de la Nueva España, El Colegio de México, Fondo de Cultura Económica, México, 2004, p. 501.
4. Ibid, p. 501.
5. Ibid, p. 503- 505.
6. Ibid, p. 511.
7. Warman Arturo, Indios y Naciones del Indigenismo. En Revista Nexos, México, número 2, febrero de 1978.
*David Cilia Olmos es historiador, estudiante del doctorado en Desarrollo Rural en la Universidad Autónoma Metropolitana, unidad académica Xochimilco.
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