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Régimen comunal, propiedad privada y desintegración comunitaria.

Tharexikua

Actualizado: 15 jul 2020

Por Jesús Janacua Benites.


Juchari Uinapékua, mural en la comunidad de Nurío.

 


Introducción.

El régimen colectivo de tenencia de la tierra, que en nuestro país se conoce como tenencia comunal o ejidal, ha experimentado embestidas durante mucho tiempo. Es así que algunas de las experiencias más importantes dentro de la historia de nuestro país han girado en torno a ella. Si durante la Colonia se respetó, en menor o mayor medida, la tenencia colectiva de la tierra de las comunidades indígenas, durante el periodo liberal las tierras comunales fueron prácticamente liquidadas:


Los liberales dictaron en 1856 la ley de desamortización […] La ley pretendía crear una clase de pequeños propietarios agrarios, pues iba dirigida no sólo a poner en circulación en el mercado las tierras del clero, sino también las de las comunidades indias, liquidando la antigua estructura de la propiedad comunal. (Gilly, 1971: 8)

Por lo que la Revolución mexicana, bajo la sombra del caudillo del Sur Emiliano Zapata, tuvo fuertes exigencias de restitución de las tierras comunales a las comunidades despojadas durante el periodo liberal: La tierra es de quien la trabaja.

Con todo, las embestidas no sólo han sido desde el ámbito político. También desde el ámbito académico se ha sugerido eliminar o cuando menos limitar la tenencia colectiva de la tierra. En su clásico texto La tragedia de los comunes, Garret Hardin escribía que una de las posibles salidas al problema que supone el acceso ilimitado a los bienes comunes por parte de una población siempre creciente, es o bien la regulación del acceso a los bienes comunes, o bien, la privatización de estos.

De esta manera, en el presente texto nos hemos planteado el objetivo de reflexionar sobre algunas de las consecuencias que la privatización de los terrenos comunales trae consigo. Reflexión que haremos a la luz de algunas ideas y reflexiones teóricas.


De la separación de los comuneros y los medios de producción.

En el capítulo XXIV del primer tomo del Capital, denominado La llamada acumulación originaria, Karl Marx da cuenta del proceso mediante el cual se instaura el modo de producción capitalista en Europa. Sostiene como un requisito fundamental la separación de los productores o campesinos y de los medios de producción y de vida.

En pocas palabras, sostiene Marx: “La llamada acumulación originaria no es, por consiguiente, otra cosa que el proceso histórico a través del cual los medios de producción se separan del productor” (Marx, 1946: 638).

El proceso de acumulación originaria, según Marx, tuvo lugar en los orígenes del modo de producción capitalista que él mismo sitúa alrededor del “último tercio del siglo XV y las primeras décadas del XVI” (Marx, 1946: 641) por lo que es absurdo pensar que dicho proceso ocurre hoy día. Sin embargo, Davyd Harvey (2005), afirma que si bien no es posible hablar de acumulación originaria en pleno siglo XXI, sí es posible hablar de procesos de acumulación por desposesión.

En los dos procesos, en la acumulación originaria (Marx) y en la acumulación por desposesión (Harvey) hay, sin embargo, un elemento en común que sirve de base para nuestro análisis. Nos referimos a la separación entre los productores y los medios de roducción y de vida.

Marx sostiene que al separar al productor de los medios de producción y de vida se generan dos condiciones indispensables para la instauración del modo de producción capitalista: se genera la mano de obra indispensable, es decir, se ensanchan las filas del proletariado y, por otro lado, se libera a los medios de producción, es decir, las tierras, para la producción capitalista.

De esta manera, “libres como pájaros” –escribiría Marx con tono sarcástico-, los productores ya sin medios de producción serían lanzados al mercado de trabajo tanto para vender su propia fuerza de trabajo como para adquirir (comprar) los medios que le permitan reproducir su propia fuerza de trabajo. En otras palabras, la separación del productor de los medios de producción supone también la separación y distinción entre la economía doméstica (la producción de alimentos y demás enseres necesarios) y la industria (Weber, 2007).

Sin embargo, en dicho texto Marx también admite que la transición de la sociedad pre- capitalista a la sociedad capitalista representó dificultades pues significó el disciplinamiento de los despojados- exproductores a la rutina del régimen de trabajo en la naciente industria capitalista y para lograrlo fue necesaria la expedición de legislaciones que obligasen a trabajar a la gente:


…aquellas gentes, separadas de la noche a la mañana no podían acomodarse con la misma premura a la disciplina de la nueva situación. Gran número de ellas se convirtieron en mendigos, bandoleros y vagabundos, a veces por inclinación, pero en la mayoría de los casos empujados por la fuerza de las circunstancias (Marx, 1946: 655)

Con lo anterior, lo que propone Marx es que había que hacer que los productores despojados de sus medios de producción y de vda tarbajasen mediante la expedición de leyes que castigaban la mendicidad y el vagabundeo. Al mismo tiempo, con dicha legislación se creaba una ética del trabajo:


Bajo la ética del trabajo se promovía una ética de la disciplina: ya no importaban el orgullo o el honor, el sentido o la finalidad. El obrero debía trabajar con todas sus fuerzas, día tras día y hora tras hora, aunque no viera el motivo de ese esfuerzo o fuera incapaz de vislumbrar su sentido último. (Bauman, 2000: 20)


Para Zygmunt Bauman (2000), la instauración de la ética del trabajo significaba la adopción de una nueva norma de vida, basada en dos principales premisas, la primera de ellas, consistente en asumir que si se quiere lograr lo necesario para vivir se necesita hacer algo que los demás consideren “valioso y digno” para obtenerlo y, la segunda, asumir “está mal, que es moralmente dañino, conformarse con lo ya conseguido y quedarse con menos en lugar de buscar más; que es absurdo e irracional dejar de esforzarse después de haber alcanzado la satisfacción; que no es decoroso descansar, salvo para reunir fuerzas y seguir tarbajando (Bauman, 2000: 17)

De manera que la instauración del modo capistalista de producción, es decir, de la separación de los productores respecto de los medios de producción y su expulsión al mercado de trabajo y con ello la asalarización, supuso cambio en las relaciones familiares o comunitarias.

Por ejemplo, el modo de producción capitalista –o capitalismo-, contrapuso a los obreros entre sí en forma de competencia: todos eran vendedores de su propia fuerza de trabajo:


los trabajadores tuvieron que competir entre ellos para vender su fuerza de trabajo y conseguir dinero para su subsistencia y la de sus familias. (Parker, 2010: 24)

De manera que la instauración del modo de producción capitalista supuso la generación de una nueva subjetividad, promovida e implantada con evidente éxito, a través de leyes y decretos que condenaban a los que se negaban a trabajar en la fábrica, en la industria.


La Cañada, despojo y cambios en las relaciones comunitarias.

En la Cañada de los Once Pueblos, y en especial en la comunidad de Santo Tomás, encontramos una similitud con los procesos de separación de los productores, en este caso comuneros, de sus medios de producción, a saber, de los terrenos comunales. Aunque, claramente, es posible encontrar diferencias que a continuación explicamos.

Por Carmen Ventura Patiño (2019) sabemos que en Michoacán la propiedad social, es decir, la comunal y ejidal, conforma un poco más de la mitad del territorio lo que supone que los territorios están en las manos de ejidatarios y comuneros lo que durante mucho tiempo ha significado complicaciones, luchas y batallas para las comunidades indígenas y agrarias en defensa de su territorio.

En la Cañada, como explica Moisés Franco Mendoza (1997) el cambio del régimen de tenencia colectivo de la tierra al régimen individual o privado ha sido el resultado de las embestidas del gobierno municipal, estatal y federal.

Además de lo anterior, debemos mencionar que también una percepción inducida de poca redituabilidad económica tanto de los cultivos en sí como de los métodos tradicionales de siembra fueron orillando a los comuneros a caer bajo la seducción del régimen de tenencia individual de la tierra buscando ya sea la titulación o bien la medición y certificación de los terrenos comunales.

En 2011, la comunidad de Santo Tomás realizó la medición y certificación de la zona parcelada de la comunidad (Ventura, 2019), lo que creó la confusión entre los comuneros quienes pensaron que con la certificación el régimen de tenencia de la tierra pasaba del comunal al individual:


Para ellos, el hecho de que sus tierras se midieran y recibieran un certificado parcelario ha significado que ya pueden disponer libremente de ellas. En este sentido, la concepción de propiedad individual empieza a permear sobre la concepción comunal, a pesar de que legalmente continúa siendo un régimen de propiedad comunal. (Ventura, 2019: 9)

Uno de los efectos que ha contraido la transición del régimen comunal o colectivo de la tierra hacia el régimen individual o propiedad privada en la Cañada de los Once Pueblos es la desintegración del tejido comunitario, es decir, la desintegración de la comunidad (Franco, 1997). Así pues, esta desintegarción de la comunidad, precedida por la propiedad privada, es la antesala de la sociedad liberal individualista.

En este sentido, defender la tenencia colectiva de la tierra no es solamente defender la tierra en sí, sino defender la pertenencia a la comunidad. Las comunidades indígenas, la tenencia colectiva de la tierra es uno de los últimos bastiones de lucha contra la crisis capitalista, es su antinomio.


Bibliografía

Franco, M. (1997). La ley y la costumbre en la Cañada de los Once Pueblos. Zamora: El Colegio de Michoacán.

Harvery, D. (2005). El nuevo imperialismo: acumulación por desposesión. Buenos Aires: Clacso.

Gilly, A. (1971). La revolución interrumpida. México: El Caballito.

Marx, K. (1946). El Capital 1. Crítica de la economía política. México: Fondo de Cultura Económica.

Parker, I. (2010). Psicología como ideología. Madrid: Catarata.

Weber, M. (2007). La ética protestante y el espíritu del capitalismo. México: Colofón.

Ventura, M. d. (2019). Tierras comunales, regulación agraria y el costumbre en La Cañada de los Once Pueblos en Michoacán a principios del siglo XXI. LuminaR , 17 (2), 1- 14.

Bauman, Z. (2000). Trabajo, consumismo y nuevos pobres. Barcelona.





 
 
 

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